En repetidas ocasiones he tenido conversaciones con personas generacionalmente cercanas a mí acerca de esas cosas que disfrutábamos tanto comer en la infancia, muchas que ya no existen o bien resultan repulsivas a nuestros adultos y serios paladares. Todo el mundo concuerda en que la sustancia favorita de l@s niñ@s es el azúcar, que a esas edades se consume en cantidades industriales (como a esta edad consumimos otras sustancias no menos dañinas e increíblemente satisfactorias :-p) y que resulta la motivación para hacer casi cualquier cosa, incluso lo que no se haría normalmente. Much@s recordarán cómo se daban los chantajes y las extorsiones con golosinas que a la postre significaban la base de la alimentación y la felicidad (me parece escuchar a mi madrina amenazando con no dejarme comer ‘cochinadas’ ni ver televisión si no terminaba ese feo almuerzo nutritivo; y por supuesto que nada podía ser tan sagrado como las dosis de glucosa y las horas seguidas de fábulas).
¡AZÚCAR!
-Golosinas. De mis recuerdos más viejos rescato esas bolitas de chicle de colores que guardaban apuñadas en los frascos de las pulpes, cuyos precios eran de 1 colón las pequeñas y 2 colones las grandes, y que en muchas ocasiones pagué con monedas de 50 y 25 céntimos (pesetas). Los bubbaloo y los fresh n up, o cualquier otro con relleno eran un lujo, como todas estas presentaciones extravagantes: chicle en forma de curita, cinta métrica, teléfono, pasta dental… También estaban las pelotas acarameladas de palomitas de maíz que tenían diferentes colores pero todas el mismo sabor y traían en un apartado inferior del paquete alguna chuchería que una llamaba ‘regalo’. Igualmente se encontraban las pajillas rellenas de bolitas diminutas de colores, las cajitas de mini Pogo, los mentos, los caramelos, las perlitas, frijolitos y cerezas Diana, el alboroto (que siempre me dio la impresión de ser un diente viejo manchado y podrido por el tiempo), las latas de leche condensada que tantos dedos cortaron con el borde, los barriletes, los caramelos de leche (los grandes y suaves con el dibujo de la vaquita y los duros que era una odisea arrancarse de las muelas) y los chicles que traían algún tatuaje temporal o calcomanía, por ejemplo los Bubby, los Pogo y los Bazuka (¿se acuerdan de Juanito Bazooka?).
La Gallito contribuyó a formar mis caries (aunque fijo eso era un mito inventado por los papás y dentistas que querían lucrar) con las tapitas, corazones, milanes, morenitos, frutinis, las discontinuadas banderitas, bombones, violetas y, ¿cómo no recordarlos?, los guaritos que en realidad se llamaban copetines y tenían ese relleno… mmm (y después cuestionan mi relación con la bebida, ¡así me socializaron!). El chocolate Shot era realmente bueno, mejor que el Choys de maní, el Tutto, las botonetas, las tortuguitas y que las chocobolas, tanto rico como el chocolito de fresa, la nucita y los pedritos. Había cosas que debían ser realmente dañinas como los chicles ácidos o el polvito que venía en sobres o en envases plásticos con forma de frutas y una chupaba de la palma de la mano llena de tierra. Los popis o chupas eran variadas: las de sandía y mango que tenían la forma de la fruta, las redondas aplastadas de colores y luego las bolas gigantes con chicle adentro y los Crazy n dips que dentro del sobre traían una especie de cristales que estallaban en la boca. Pero de todos los mejores confites eran (y serán por siempre) los marca Perugina, y creo que tod@s estamos de acuerdo en que los Rossana (envoltura roja, confite de leche con relleno) son lo mejor que ha existido, seguido de los fruto (papel blanco con otro metálico adentro y de sabores frutales y relleno). Y, aunque a much@s no les gustaban, sigo defendiendo los confites de anís.
-Galletas: Eran la base de cualquier merienda, me vienen a la mente las nevadas, colegialas, tipo (y ese famoso comercial largísimo que busqué durante tanto tiempo y al fin encontré en youtube), las chiky por arriba o por abajo, con las cremitas siempre me dio pereza que trajeran dos de vainilla cuando podían ser todas de chocolate, recreo, yemitas, marías y canastas (esas nunca me han gustado). Dentro de mis favoritas están las campechanas de cuétara, las yipi, redondelas [o rondelas], los sorbetos, en especial los diana de naranja, barquillos, merendinas y gaticos. Y en lo más viejo van las resistencias que parecían ruedas de carreta llenas de azúcar, cocoticos, patitos, ositos con las manos alzadas; y para la gente más fina las frac, tuareg y la lata redonda Danish Royal Ballet con la bailarina estampada en la caja.
-Helados: Cualquier persona que se respete debió haber probado los helados Pitufos que expendían en la Mompik (y acá la historia de Beto J. que comer tantos helados de estos le valió una tremenda cagada… ¡azul!). Otros que alegraron la infancia fueron los lolis, los helados delfín rellenos de leche condensada, los caseros que vendían las vecinas al igual que los apretados y los choco-bananos (esa combinación aun me gusta… jaja). Los domingos era muy buena señal escuchar el carrito con campanas de dos pinos (traía cajitas, chocoletas, cremoletas, payasitos, monirrico, briko, parejitas, trits, arroyado de queque, krunchy, superconos y recuerdo que hubo unos que eran en agua que tenían forma de cohete espacial pero no sé el nombre). Aún siguen siendo irresistibles los copos con dos leches y los Churchilll del puerto, los sundae y las bananas split y hawaiana de la Pops. En el cole mi helado favorito era el Escarcha que ahora me parece excesivamente fálico (qué raro el hetero-patriarcado y su adoctrinamiento simbólico… varas, jeje). No recuerdo ninguno de la Borden pero fijo habían, ¿o no?
Lo único que podría hacer mejor esta lista es nuestro proyecto de helados de palito con forma de pene en sus respectivos sabores y colores: fresa, natilla, caramelo y chocolate (este tiene tamaño extra), y todos rellenos de leche por supuesto; diseñados por Aniram y por mí para ser lanzados oficialmente al mercado en algún Festival del Orgullo Gay o en el próxima reunión de Ninfómanas Anónimas del ECLiV…
Bueno, hasta acá este recuento que espero les haya devuelto a los tiempos en que los problemas se reducían a lo que pasaría en el siguiente capítulo de los Thunder Cats… Próximamente escribiré acerca de los jugos, los paquetillos de snacks y los cereales para terminar este tema, también me queda pendiente ocuparme de los programas de televisión y de los juegos; hasta entonces pues.
***Cualquier otro que se me haya olvidado mencionar lo pueden poner en los comentarios - escupitajos